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El paso de Juan Pablo II . Sus huellas siguen vivas 26 años después

Publicado: 2011-04-30

Lucas Jiménez.

Diario El Tiempo – Piura. 

A simple vista el terreno es un descampado salpicado de rumos de basura. Dos mototaxis, un puñado de muchachos de torso desnudo, una pelota, una charla trivial. Al frente, la pista aeronáutica pasa indiferente a este pampón color tierra. A este retazo desértico difícil de identificar para cualquier muchacho veinteañero. O eso parece porque a todos los habitantes cercanos del sector de Campo Polo, basta que les toquen el tema, para que hablen sin parar de la visita más importante de sus vidas… de la presencia del sucesor de Pedro, perennizada por un pequeño obelisco que dice soy todo tuyo, pero en latín.

Una mujer achinada de cincuenta y rizos al viento mira el horizonte con nostalgia. Se llama Eufemia Alvarez y vuelve a sentirse bendecida de que el Papa haya pasado cerca de su vivienda repartiendo esperanza a una multitud afligida por el Niño del ‘83. De ese gran descampado que es el Campo Papal donde ahora apenas alcanza a ver grupos de muchachos descansando después de un partido de futbol, va hacia su historia. Al antes y después de esa mañana de ‘85, cuando las calles más próximas a la pista de aterrizaje del Aeropuerto piurano, más propiamente las últimas casitas del asentamiento Campo Polo, de repente se convirtieron en una especie de feria. La moderna avenida Aviación, embloquetada, donde ahora pide a Juan Pablo III por los afligidos del terremoto  en Japón, entonces era una inmensa vía polvorienta que pasaba paralela al canal Balarezo y a la pista de aterrizaje.  Ese amplio sendero color tierra se convirtió desde la noche anterior en la ruta hacia el representante de Cristo. Por allí vio Eufemia el incesante paso de familias, grupos de caminantes que empezaron a llegar desde la noche anterior. Ella era una veinteañera madre primeriza que ni imaginaba que, veintiséis años, tres hijos y dos nietos después, iba a agradecerle por las mejoras en el barrio y a pedirle se apiade de los huérfanos del tsunami japonés. En su vivienda de la calle Luis Sánchez Cerro, una de las tantas que en el 85 flotaban en tinieblas, ahora hay luz eléctrica y hasta televisión por cable para madrugar mañana domingo a ver la Beatificación.  

“Le pedí conversión, porque haya menos delincuencia y fumones, que mejore el barrio. Y ahora veo que sí ha cambiado. Las cosas están mejor. Sus hijos estudian en colegios católicos”, se regocija la seño, mientras a pocos pasos Rosa Fernanda Ramírez adelanta sus pedidos al próximo beato “salud para todos los niños y ancianos de Piura, justicia para los más humildes, mejor reparto de la riqueza”. Rosa recuerda con agrado, el momento único en su vida, cuando corrió (“como toda muchacha de 24 años, pues, señor”) y sólo volvió cuando le hubo estrechado la mano rosada al representante de Cristo.

¿Ahora que no tenemos carreteras destruidas por el Niño del 83, ni miedo al terrorismo como entonces… pero sí asaltos diarios, extorsiones, caos  en el transporte y calles rotas, falta de agua en Paita y Talara, incertidumbre por el futuro democrático del país, qué nos diría Juan Pablo si volviera a Piura, si otra vez se apareciera en este mismo pampón solitario? “Nos diría exactamente lo mismo que hace 26 años: que ayudemos cada cual desde su propia vocación y estado de vida, a anunciar el evangelio de Cristo, con la palabra valiente pero también con el testimonio de vida. (Que anunciemos) ese evangelio que es fuente de felicidad, de justicia, de solidaridad, que es crecimiento para la construcción de una sociedad nueva en la verdad y en el amor”, dijo ayer monseñor José Antonio Eguren Anselmi, Arzobispo Metropolitano de Piura.

Nada es coincidencia

A pocas horas del inicio de la ceremonia de Beatificación en Roma, las iglesias de Piura lucen su fotografía. Los cuadros de Totus Tus con la sonrisa del papa Peregrino presiden salas y oficinas. Recuerdan las excursiones para ver al Papa Polaco y en miles de familias es imposible no nombrarlo porque hay muchos Karol o Juan Pablos, bautizados así sólo por amor al Papa.  

Entre el Arzobispado y la Iglesia San Sebastián, un sexagenario acaba su helado de crema mientras lee al pie de la imagen inmaculada del beato: “Construid un Perú más justo y reconciliado”. Y en los hogares miles de corazones se alistan para volver a juntarse ya no en Campo Polo, tal vez en grupos menores junto a la televisión, para contemplar al Papa Peregrino. ¿Pura coincidencia que lo beatifiquen en momentos de revueltas sangrientas en Libia, de amenazas nucleares y luto en Japón, de unas elecciones difíciles en el Perú, de momentos decisivos para una sociedad más justa y equitativa en Piura?

“Veamos todos desde la Providencia a de Dios que lo rige todo. La Beatificación  tiene repercusión mundial, cada país, región, ciudad, tendrá que ver este acontecimiento como encarnado en su propia realidad. En nuestro caso tenemos que verlo como un hecho de la providencia de Dios que se nos presenta en un momento de gracia. Y que a la luz de este momento nos toca hacer un examen de conciencia y tomar los compromisos personales y sociales para hacer que el evangelio nos haga construir ese Perú más justo y reconciliado”, concluye monseñor Eguren. Juan Pablo, ruega por Piura.

UN MENSAJE DE UNIDAD

26 años después de su pasó por Piura, el mensaje de Juan Pablo II sigue vigente, según monseñor Eguren. Además de ayudar en la nueva evangelización, Juan Pablo nos sigue pidiendo a los piuranos unirnos en nuestra fe común (Piura es mayoritariamente católica), encontrar en esa fe el motivo de nuestra unidad y en ésta trabajar todos en la construcción de una región y un Perú más justo y más reconciliado. La fe nos da la clave y la fuerza para hacerlo. Trabajar juntos, superar nuestros egoísmos y rivalidades de grupo para hacer realidad el bien común. 

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