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Bandas de marcas dan “trabajo” a menores

Publicado: 2012-05-01

Diario EL TIEMPO – Piura. 

En este momento, mientras miles de escolares piuranos de secundaria escuchan a sus maestros, en los bajos fondos otros adolescentes de la misma edad escuchan instrucciones de sus cabecillas. Los primeros reciben las clases de últimos años y los segundos instrucciones para sus primeros asaltos. En las escuelas del Estado los oyentes demuestran que aprendieron, entregando exámenes escritos al profesor, mientras en las escuelas de la calle entregan botines al jefe de banda. En el colegio, para ubicar a un alumno, basta con llamarlo por número de orden, en la escuela del hampa  ubicar a un alumno entrenado por “Los Malditos de Río Seco”, no basta con la voz. Incluso hay que cerrar las fronteras del país para que no huya afuera. Como Gringasho, el niño sicario fugitivo del centro juvenil de Trujillo, que ayer era buscado en Tumbes y la Panamericana Norte.

En Piura aún no hay niños, ni adolescentes sicarios (que matan a sueldo) como en Lima, pero las estadísticas policiales demuestran que son cada vez más los adolescentes que participan en robos en banda y hasta en homicidio.

“Uuuu… hay un montón”. Así reacciona un trabajador cuando le pregunto cuántos de los 125 menores de entre 14 y 18 años albergados en el Centro Juvenil Miguel Grau de Nueva Esperanza, estuvieron involucrados en delitos de homicidio y asalto a mano armada. 

Solo de enero a abril, en la División de Investigación Criminal, figuran unos veinte robos y homicidios en los que participaron menores de edad. Mientras en la década pasada era inusual encontrar menores integrando bandas, ahora un 20% de los delitos los incluye a menores entre sus integrantes.

Lo más indignante, según fuentes confiables  de la Policía, es que a diferencia de años anteriores en que los inimputables por su minoría de edad solo operaban como integrantes de pandillas, ahora son captados por peligrosas organizaciones. Nuestra fuente reveló que actualmente en nuestra ciudad operan grupos como los dirigidos por las delincuentes Negra Maritza y Loca Flor, que trasladan menores desde Trujillo y Chiclayo. Una vez que el atraco se consuma, cada menor recibe entre 600 a 800 soles. La estrategia de los inescrupulosos es que un asalto  sea cometido por dos de ellos junto con avezados pistoleros. Nunca solos, porque facilitarían su captura, como tres adolescentes en moto detenidos el 2009 en Chulucanas, tras asaltar a un mujer.

¿Y la mano del Estado?

La semana pasada una menor conviviente de un recluso por asalto y robo fue intervenida cerca de una céntrica entidad bancaria. Águilas Negras, la unidad especializada en seguridad de bancos, la detectó sacando tiques constantemente en el local del BCP de la avenida Grau, sin realizar ninguna transacción. Tras ser intervenida, la menor de 17 no portaba dinero, por lo que la Policía sospecha que habría estado “marcando” a alguna víctima. Sin embargo, la menor en lugar de ser investigada por su posible vinculación al delito, fue entregada a la Policía de Mujeres.

Inimputables y anónimos

Si un adolescente es intervenido, no va a prisión. Esta condición de inimputable lleva a los cabecillas asaltantes a usar a los niños como escudos. Si los menores llegan a hacerse conocidos son sustituidos por otros, pues, para los delincuentes que los “contratan” el anonimato de estos menores  es una ventaja, para dificultar las investigaciones y  represión por parte de la Policía. En febrero, el menor que mató de dos puñaladas a un mayor de edad, en una peña del asentamiento San Martín, no tenía alias. 

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