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Noventa y siete kilos de cocaína serían parte de al menos tres envíos

Publicado: 2013-01-19

Diario EL TIEMPO – Piura.

Algo extraño le pasaba al tipo del gorro. Hasta Chiclayo había manejado la Hilux blanca, conforme a lo previsto. En los controles policiales desde que salió de la zona de Huancaspata (Pataz, La Libertad), había pasado sin problemas todas las intervenciones de rutina. Nadie sabía (aparentemente) que su camioneta ocultaba más de 97.242 kilos de cocaína. Pero en Chulucanas, cuando lo vieron guardar el carro de barandas en una cochera de la avenida Ramón Castilla, a solo tres cuadras de la comisaría, los detectives supieron que algo pasaba. El objetivo de inteligencia era seguirlo hasta Sullana y, posteriormente, a la frontera, donde lo esperaban seguramente impacientes los financistas ecuatorianos que habían hecho el pedido de unos 500 o 600 kilos procedentes del Vrae. La entrega iba a ser en la madrugada del miércoles, cerca del Puente Internacional. ¿Por qué entonces en lugar de estar ya en la carretera a Tambogrande, pisando el acelerador a fondo, el caña Amado Flores Villalta (34) se había detenido a guardar el carro. Tal vez se dio cuenta de que lo estaban siguiendo.

-¿Está el chofer de la camioneta?, preguntaron  los agentes encubiertos al guardián del garaje.

-Acaba de salir. Dice que mañana a las 5:00 a.m. vuelve a recoger su carro.

Este fue para los investigadores la señal de alarma. El chofer de la Hilux estaba fugando.  No fue muy lejos, lo alcanzaron a tres cuadras de la cochera. Dijo, como lo había hecho en el resto del recorrido, que era un agricultor. Lo siguió afirmando incluso cuando la caleta acondicionada debajo del piso de la carrocería, había sido desmontada y los ladrillos eran sacados cada uno con su cuerda (de paja rafia). Entonces dijo que  desconocía que el carro llevaba droga, que en Huancaspata le ofrecieron 500 soles por traer el carro hasta Sullana y simplemente quiso ganarse el cachuelo.

Pero otro detalle dio qué pensar a los detectives. Amado dijo sí, cuando un policía le preguntó si era hermano de Carlos Iván Flores Villalta, quien hace un año fue detenido en una intervención de rutina en la vía Piura - Ayabaca, altura del cruce a Sajinos, en posesión de una casaca con 10 mil dólares con adherencias de droga. Ya en el 2009, el mismo Carlos había sido detenido por tener una requisitoria por tráfico de drogas en Puno.

CHARÁN: TIERRA DE DISPAROS Y BANDOLEROS

En los DNI de los hermanos Amado y Carlos Flores Villalta figura Charán como lugar de procedencia. Se trata de un caserío de casuchas dispersas, pero tristemente recordado, porque en el año 2002 fue escenario de las torturas y asesinato de los hermanos Vílchez Rycra, junto a otros dos forasteros. A los cuatro les dispararon maniatados, muriendo con un tiro en la frente. Los crímenes nunca fueron resueltos.

En este y otros caseríos de la sierra de Ayabaca, cerca de la frontera con Ecuador, operarían grupos armados que dan protección a los traslados de grandes cantidades de droga.  Incluso en el año 2011, la República y algunos diarios ecuatorianos difundieron que el cártel del Chapo Guzmán, cártel de Sinaloa, encabezado por Joaquín Guzmán Loera, mantendría dos bandas armadas dedicadas a la producción de cocaína y marihuana, según una denuncia que presentó la Cuarta Fiscalía Contra el Crimen Organizado ante el Poder Judicial.

Las bandas serían dirigidas desde Guayaquil y Cariamanga, en Ecuador, por el colombiano Rubén Castro Gómez, El Gordo.

Castro Gómez tiene bajo sus órdenes en Perú al también colombiano William Samboni Macías, Calilla, quien, a su vez, se encarga de coordinar a los jefes locales Ricardo García Chinchay, Coyote y/o Correcaminos, así como a Elmer Lazo Torres, El Negro.

Según la denuncia 209-2010, presentada por el fiscal Luis Arellano Martínez, entre 40 y 60 personas integran la organización que El chapo opera en Perú. Están provistas, señaló, de armas de largo alcance, lanzagranadas (RPG), granadas de mano y equipos de comunicación satelital”.

Una de las bandas, señala el fiscal en su denuncia, se encarga del acopio, procesamiento de la droga en la frontera peruana; y la segunda, del traslado de las drogas hacia Ecuador, desde donde se distribuye a Europa y a Estados Unidos.

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